En las últimas
décadas, nuestra sociedad nos invita a buscar la perfección según unos
estándares marcados y tendemos a dejar a un lado o a tachar como no apto algo
que, en sí, es totalmente válido.
Todos los días, se tiran kilos y kilos de comida, simplemente por eso,
porque no es lo suficientemente brillante, o porque tiene una pequeña mancha, o
porque no es pequeña o es grande.
Mis naranjas favoritas no son tan perfectas como las de la frutería pero,
os aseguro, que tienen un sabor inigualable y, lo mejor, al estar cogidas
directamente del árbol, son ecológicas y ninguna es igual que la anterior. Cada
una es especial para la persona que la saborea.
Desgraciadamente, nos hemos acostumbrado a la uniformidad. Nos han
transmitido unos estándares y todo lo que está fuera de ellos, se desecha por
imperfecto aunque, ahí, radique su encanto. Porque ¿qué es la perfección? En mi
opinión, algo igual al resto no es perfecto, sino anodino, poco especial,
carente de exclusividad.
Nuestros diseños Castlebaby están confeccionados uno a uno y totalmente a
mano por personas altamente cualificadas. Los humanos no somos máquinas. Cada
puntada dada por una mano humana es distinta a la anterior y, por lo tanto, el
resultado final será único. Único e irrepetible y, por lo tanto, lleno de
encanto.
Muchas veces nos cegamos mirando si una puntada es más larga que la
otra o si la manga es un poco más ancha que la de la foto y olvidamos que
tenemos en nuestras manos una pieza única, hecha con mimo, exclusivamente para
nosotros. Esa prenda no ha sido confeccionada en serie en una fábrica enorme de
un país lejano por máquinas controladas por personas que cobran un sueldo
ínfimo. Ni ha sido enviada en grandes cajas y distribuidas por todo el mundo a
tiendas clónicas. Esa prenda no tiene miles de copias sino que ha sido hecha a
mano exclusivamente para ti, para tu niña, para tu niño, con cuidado, con
cariño, como se ha hecho siempre.
Es un lujo vestir una prenda así:
personalizada, hecha a mano y con materiales de alta calidad. Es la esencia de
la alta costura, esa que, desafortunadamente, hemos perdido de vista porque
entregar calidad y exclusividad, da menos beneficios que vestir al mundo entero
con los mismos cánones y con prendas que tienen una vida útil bastante corta.
¿Por qué queremos vestir todos iguales, guiados por unos estándares de
origen desconocido? Nuestro encanto reside, precisamente, en nuestra singularidad.
Ni siquiera dos hermanos gemelos univitelinos, con idéntica carga genética, son
iguales, idénticos. ¿Por qué no diferenciarnos?
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